miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mi cama.



Mi cama, 1999.
Tracey Emin.
Tate Gallery, Londres.
Nominada al Premio Turner Prize.

Hace unos años, cuando cursaba primero de bachillerato, el instituto organizó una visita al CAC Málaga, para ver las exposiciones de Miquel Barceló y Tracey Emin.

Aunque entonces no conocía a ninguno de estos artistas, no me lo podía perder.

A quien primero vimos fue a Barceló, del que puede que hable en otra ocasión; pero sí, estuvo genial.

Pero Tracey Emin... a mi me fascinó.

Exposición sobre Tracey Emin, CAC Málaga, 2009.

La visita era guiada, y agradezco muchísimo que nos explicaran aquellas obras, que sin una razón detrás, puede que no me hubieran calado tanto.

Además tiene ese tipo de obras que ganan con los títulos que se les pone, las enriquecen.

Había de todo: dibujo, pintura, tapiz, instalación, vídeo arte... Pero sin duda, lo que más llamaba la atención era Mi cama.

Es una de sus obras más famosas, con la que participó para el premio Turner en 1999 y, aunque no ganó, dio mucho que hablar; y es que esta instalación consiste en la cama sin hacer de Tracey Emin, con cosas tan  personales como ropa interior con manchas de sangre y todo tipo de objetos formidablemente derramados por el suelo como condones o tampones usados.

I've got it all, Tracey Emin, 2000.

Esta obra dice mucho de su autora, quien nació en Inglaterra en 1963; pertenece al grupo de los Young British Artist (YBAs), al igual que el polémico Damien Hirst.

Estudió además de Artes, Filosofía, y toda su obra tiene un gran componente biográfico, pues se basa en todas sus experiencias más traumáticas (sobre todo en su juventud), como son el sexo, la familia, el embarazo, el aborto, la fama, la depresión...

Todo esto Mi cama lo refleja a la perfección, desbordando lo personal, llamando a la intimidad como única forma de arte, como vía de transmisión a través del trauma, creando empatía y a veces rechazo, pero no dejando indiferente.

Me recuerda bastante a otra obra suya que ya sólo es posible ver en fotos, pues se destruyó en un incendio que tuvo lugar en Londres en 2004, y es Everyone I have ever slept (1963-1995). Esta obra es una tienda de campaña, bordaba con los nombres de todas las personas con quienes alguna vez durmió, pero no sólo se refiere a compañeros sexuales, sino también a familiares, a su hermano y a sus dos abortos.

Tracey Emin pintando, 1996.

Todas sus obras llamaban la antención: dibujos a tinta en azules y negros (que recordaban mucho a Egon Schiele) de mujeres muy desnudas y muy dispuestas a ser "amadas"; fotografías y objetos relativos a su infancia y a su familia; tapices enormes de estridentes colores y mensajes con luces de neón, con frases relativas al amor y al odio; un video performance muy inquietante; una instalación titulada No es la forma en la que quiero morir, que consistía en una estructura de madera semejante a una montaña rusa, desequilibrada y que terminaba por unirse a las paredes de la sala; otra titulada Autorretrato, que consistía en una bañera de latón, gris y sucia cuyo interior ubicaba alambres con espinas, cañas de bambú y una luz de neón (algo de lo más poético); una sala recreada justo como la habitación en la que Emin llevó a cabo una performance en la que el público podía verla trabajando completamente desnuda.

Recorriendo las salas del CAC, pude sentir perfectamente qué sentía Tracey Emin al pintar, consiguió trasmitirme todo su dolor, toda su rabia hacia el mundo, todo su arte me llenaba y me vaciaba la mente de sensaciones.

You forgot to kiss my soul, Tracey Emin.

Fue único; no he vuelto a sentir con ningún otro artista tal empatía.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Mujer peinándose.



Mujer peinándose, 1885.
Edgar Degas.
Museo del Hermitage.
Pastel.
53 x 52 cm.

Edgar Degas (1834-1917) fue el fotógrafo de las escenas de baile (tanto en el escenario como en las clases de danza), pero también fotografió la vida íntima de las mujeres.

Aunque en realidad era fotógrafo aficionado, que usaba esta técnica para captar el movimiento y la istantaneidad que luego plasmaría en el lienzo.

Por eso muchas de sus escenas están incompletas en sus extremos, pues la fotografía era un símbolo de modernidad por aquel entonces.

Más que pintar escenas de la naturaleza como sus compañeros impresionistas, a Degas le encantaban los temas de la vida moderna, como los cafés y escaparates con luces artificiales, línea que seguirá el postimpresionista Toulouse-Lautrec.

Está muy influido por el simbolismo y los grabados japoneses, que cita en muchas de sus obras.

Sobre todo va a utilizar el pastel, pero sin olvidar la línea, propia del dibujo; aunque sus figuras parezcan desdibujadas y difusas, siempre intentará delinear los bordes de un color más oscuro, para evidenciar que controla la técnica del dibujo.

Le gustaba mucho coleccionar obras de grandes artistas como El Greco y Delacriox, pero también de contemporáneos suyos como Cezanne, Gauguin o Van Gogh; aunque pasó por una mala racha de deudas que le obligaron a vender muchas de sus colecciones y a vivir sólo de su arte (por eso utiliza tanto el pastel, pues le da mayor rapidez), pero luego se recuperó.

Autorretrato, Edgar Degas, 1855. 

Degas era una persona muy independiente, pues creía que "un pintor no puede tener vida personal".
Nunca se casó y pasó los últimos años de su vida prácticamente ciego "vagando sin sentido por las calles de París", hasta su muerte en 1917.

En su serie de las bañistas, nos muestra diferentes mujeres en la intimidad de sus habitaciones, saliendo del baño, vistiéndose o peinando sus cabellos, como es el caso.

Pero es muy raro verles el rostro a estas mujeres que, a cambio nos muestran sus sinuosas espaldas y sus largos y finos cabellos.

Esto les ha hecho pensar a algunos especialistas que Degas podía ser un misógino, ya que no se ha encontrado información de ninguna pareja sentimental; pero yo, personalmente prefiero pensar en la otra postura: Degas retrataba a las mujeres porque amaba la belleza femenina de sus formas.

Aunque en sus obras nos da la sensación de que han sido pintadas desde un escondite, a través de un agujero secreto por el que el artista observaba y dibujaba estas escenas, como un auténtico voyeur.

Esta en concreto me gusta muchísimo. Su piel, casi del mismo blanco que las toallas sobre las que se peina, contrasta con el rojo de sus cabellos, sobre el fondo naranja de la pared.

Al tratarse de pastel (técnica desarrollada por los impresionistas) y no de óleo, la pincelada resulta rápida y ligera, consiguiendo así movimiento, espontaneidad y viveza.

Los colores se funden y complementan perfectamente; y los juegos de luces y sombras se consiguen mediante los contrastes de la delicada piel de la modelo y su cabello rojizo, que peina con total naturalidad, ajena al espectador, como si no supiera que la están mirando y admirando al mismo tiempo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

No quieren, grabado nº 9.





No quieren, grabado número 9, 1810-1815.
Serie de grabados: Los desastres de la guerra.
Fecha de publicación: 1863.
Francisco de Goya y Lucientes.
Aguafuerte, aguatinta bruñida, buril, puntaseca y bruñidor.
156 x 209 mm.
Catalogación: Nº de inventario 45689 (9).
Catálogo de la Biblioteca Nacional, España.


El pasado jueves 8 de noviembre, tuve el placer de acudir con mis compañeros de clase y la profesora de Arte Moderno a una visita guiada en Benalmádena (en el Art Centre), sobre una gran parte de los grabados de Goya.

Pero también hace unos días acudí al Museo Picasso de Málaga a ver la Exoposición sobre lo Grotesco, donde también había algunos grabados de Goya que volví a ver el jueves (en otra ocasión traeré una obra de allí).

Todos estos grabados pertenecen a una señora que ha tenido la amabilidad de prestarlos al museo, de forma anónima.

Por lo visto, los grabados no pueden ser expuestos más de tres meses, y después han de estar guardados el doble de tiempo bajo unas condiciones de mantenimiento especiales.

Así que animo al que quiera a ir a Benalmádena, ya que sólo estarán tres meses (creo que es hasta enero) y de verdad merece la pena.

He de confesar que tenía cierto escepticismo hacia los grabados, pensaba que la pintura debía de tener mayor consideración.

Qué grande era mi error, aunque creo que ha tenido mucho que ver lo amena que ha sido la charla de la guía. Esa chica nos ha dicho que acababa de terminar la carrera, y ahí estaba, haciendo lo que yo siempre he querido: hablar de arte a la gente que le gusta el arte.

Ojalá algún día yo pueda hacer lo mismo, le pondría tanta pasión...


Retrato de Francisco de Goya, por Vicente López, 1826.


Pero aquel día aprendí no sólo la autonomía de los grabados, sino la importancia que tuvo la figura de Goya a lo largo de la historia.

El hecho de que la profesora de Arte Moderno, quien nos explica las vanguardias del siglo XX, nos llevase allí, era para entender cómo Goya fue un genio que se adelantó a su tiempo.


Según el filósofo Kant, sólo los genios pintan como si nunca hubieran pintado, como si nunca hubiese habido historia de la pintura, saltándose todas las reglas e inspirando a sus seguidores.

Pero Goya sí que se inspiró en alguien, y fue en el otro gran genio español del barroco, Diego Velázquez.

Una de las anécdotas que nos contó la guía, fue que los premios Goya reciben su nombre del pintor, ya que fue en cierto modo, el primer cineasta de la época pues, sus grabados parecen fotogramas de una película en blanco y negro.


Los fusilamientos del 3 de mayo, Francisco de Goya, 1808.

Además, Goya fue el primer fotógrafo de la época, ya que su serie de Los desastres de la guerra (en otra ocasión hablaré de otra de sus series), está realizada desde el punto de vista objetivo del reportero gráfico.

A Goya se le encarga que ilustre la guerra de la independencia española de 1808-1814; pero lo hace desde ambos puntos de vista, ya que dibuja la extrema violencia a la que llegaron tanto franceses como españoles.

Aunque él estaba en un principio de acuerdo con la llegada de Napoleón, ya que suponía el final de la monarquía absoluta y la instauración del liberalismo; pero pronto se dio cuenta de que las tropas francesas no iban a traer nada bueno a España, y por esos sus grabados son tan profundos y verídicos.

En este sentido, Goya se adelanta a su tiempo, ya que no fue admitido por la Academia del siglo XIX, donde primaba el estilo neoclásico europeo.

La pintura de Goya es Romántica, sólo hay que ver sus retratos, sus grabados y pinturas negras, de pincelada corta, oscura, casi expresionista.


Fusilamiento de Maximiliano I de México, Edouard Manet, 1867.

Ya me gustaba Goya desde la ignorancia, sobre todo obras como El coloso, Saturno devorando a sus hijos, La maja desnuda... pero cuando nos han explicado el significado de sus grabados, su importancia, su denuncia social, política, religiosa... he admirado mucho más a Goya, y he comprendido la vital importancia que tiene para entender las vanguardias.

Este grabado trata un tema muy común a lo largo de la historia, pero muy presente en las guerras y sus desastres y consecuencias.

Pero en este caso, no sólo se representa el intento de violación por parte del soldado francés, sino que se introduce a un tercer personaje crucial: la anciana, cuya iconografía está tomada de las obras de teatro de la época, que va a ayudar a la joven.

Es un acto en potencia, y se representa de forma muy clara, dando a la joven  el blanco, color de la pureza, y negro al soldado, por oposición.

En medio de la exposición y en la parte de Los desastres de la guerra le he comentado a una compañera: Si Goya hubiese vivido durante las dos guerras mundiales, qué más habría pintado, qué cruel se habría vuelto su obra.

Más tarde, la guía nos enseñó unas obras de Manet y Picasso, inspiradas en El tres de mayo y que estructuraron de la misma manera, para contar los mismos horrores.


Masacre en Corea, Pablo Picasso, 1951.

Por eso la figura de Goya es tan importante, por eso es capaz tanto de agradar como de desagradar, pero no te deja indiferente.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mujer de rodillas apoyada sobre los codos.



Mujer de rodillas apoyada sobre los codos, 1917.
Egon Schiele.
Acuarela sobre lienzo.


Hoy traigo una obra de Egon Schiele, que es uno de mis pintores favoritos.


Desde siempre me ha encantado el expresionismo pero, sin dudarlo prefiero el expresionismo vienés antes que el alemán; aunque sobre París ya hablaré en otra ocasión a través de la figura de Amadeo Modigliani.


Los expresionistas vieneses, discípulos de Gustav Klimt, son Schiele y Oskar Kokoshka, quienes desarrollan un arte más libre que los alemanes, que estaban integrados en grupos (Die bruke y Der blaue reiter).


En primer lugar, debo decir que Egon Schile empezó desde muy joven a pintar  autoretratos, que es la temática que más se repite en su obra.



Schiele nació en Tulln en 1890, y murió en Viena en 1918. 


Wally con blusa roja, 1913.

Su primera musa, amante y modelo fue Valerie Neuzil (apodada Wally), pero después se casó con Edith Harm, perteneciente a una familia acomodada.


Después de la I Guerra Mundial y tras haber permanecido una estancia corta en prisión, Edith y Egon Schiele enferman de gripe española, una epidemia que se llevó muchas vidas en la Europa de principios de siglo.


Su mujer estaba embarazada de seis meses cuando murió, y los bocetos que Schiele hizo de ella fueron sus últimos trabajos, ya que él murió tres días más tarde, a la corta edad de 28 años.


Su obra ya de por sí es bastante numerosa, pero imaginen qué más habría pintado si no llega a caer enfermo.



La familia, 1918.

La obra de Egon Shiele es muy especial, ya que desarrolla un arte muy sensual, erótico, donde priman los desnudos y los autoretratos, basados en el predominio de la línea, que alarga las figuras y las estiliza hasta crear un nuevo canon, más alargado y esquemático, pues se revela contra principios académicos como la belleza ideal y la clásica.


Este artista tiene su propia poética de como él concibe el mundo, de como quiere expresarlo.


Trata temas como la sexualidad, la soledad, la incomunicación... todo visto a través de un cierto voyeurismo.



Su arte puede llegar a ser angustioso, pues nos remite a la soledad del individuo.

Todo esto lo expresa mediante una línea gruesa, cortante y oscura, que plasman toda su realidad, basada en la destrucción física y moral del ser humano.


Los vacíos en los que inserta a sus personajes, aluden a la trágica existencia humana, que se encuentra entre la vida y la muerte


El color es muy característico, aunque no es naturalista, sino expresivo, por lo que adquiere un gran valor.



El abrazo, 1917.

Su arte fue, en la Viena de principios del siglo XX, tan explícito y sensual que llegó a ser acusado de pornografía, lo cual le llevó a permanecer en prisión durante 24 días.


Esta pintura en concreto me gusta por la belleza de la retratada (yo diría que más bien se trata de Edith Harms) que, aunque corresponda al estilo alargado, antinaturalista, violento y explícito de Schiele, a mi me parece preciosa, de una serenidad y confianza que transmiten calidez.


Además, la pintó en 1917, un año antes de su muerte y, a pesar de los pocos años de trayectoria, Schiele tuvo tres etapas artísticas: una primera  más clásica que imitaba a Klimt, que dio paso al expresionismo puro, alargado y violento, y que después terminó por acercarse al realismo de los retratados, puede ser por eso que se aprecie tanta belleza en esta modelo.


Me alegra que Schiele haya elegido este ángulo y no otro, para que podamos apreciar el tacto de esa piel, su temperatura, sus pómulos rojos.


La textura de sus botines de cuero frío, y sus cabellos de un cobrizo brillante y suave.


Ella nos oculta medio rostro pero está tranquila, parece hasta cómoda en esa postura tan liberal, tan privada, pero que tan bien nos pinta Schiele.



Autoretrato, 1912.

Yo no voy a tener el placer de verlo pero, desde el 2 de octubre de 2012, hasta el 6 de enero de 2013, quien quiera puede ir a ver a Egon Schiele en el Guggenheim de Bilbao.